La noción milenaria del binarismo de género, que es claramente ideológica y no corresponde a la realidad objetiva, debe sustituirse por un no-binarismo realista, que puede expresarse como conjuntos difusos de género, formados por afirmaciones personales de identidades difusas. Una identidad difusa no se define por un sí o no, sino por un más o menos, desarrollado según una lógica informal o difusa.
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viernes, 15 de enero de 2010

Antigenerismo


Por Kim Pérez
Las implicaciones lógicas del no-binarismo van muy lejos.

Si se está de acuerdo en que el binarismo de género es la expresión del código de género y en que éste a su vez es una manifestación ideológica de una voluntad de dominio que divide a los humanos binariamente entre dominadores y dominados, como no puede ser menos, se deduce que el código de género y el propio género no tienen existencia propia, sino que dependen de esa voluntad de dominación.

Llamo aquí género no sólo a la expresión cultural y variable del sexo y la sexualidad, como se suele hacer, suponiendo de todas formas que hay una relación directa y sin mediaciones entre sexo/sexualidad y género, como si éste fuera directamente la emanación cultural o interpretación de aquellas otras instancias, sino que, en nuestras sociedades del Oeste, esta relación sigue mediada históricamente por esa voluntad de dominación.

La relación medieval entre señores y vasallos, palabras que tienen un significado transparente, que tuvo modestas dimensiones feudales, de ámbito local, fue sustituida en la primera modernidad atlántica por un orden estatal y clerical en el que los altos dignatarios alimentaban su fasto con las propiedades agrarias, y en la segunda modernidad llevó al dominio del gran capital sobre el pequeño y los excluidos de la propiedad.

(Sigo aquí las para mí apasionantes propuestas de la postcolonialidad latinoamericana, llamada en Ecuador con mayor rigor decolonialidad, como sistema de des-dominación)

Se puede observar que el binarismo de género corresponde a otro binarismo previo entre dominadores y dominados. El de género es ideológico, secundario, mientras que el de la dominación es político, previo, pues corresponde a la voluntad de apropiación de un máximo de los excedentes agrarios por parte de los señores.

En una agricultura sin innovaciones técnicas, un sistema binario (señores-vasallos) es de suma cero (lo que una parte gane de más la otra lo gana de menos) y por tanto produce necesariamente explotación.

Recuerdo que la existencia del género binario es la prescripción fundamental del código de género, que empieza por la inscripción legalmente binaria según el Código Civil, en la que no hay lugar alguno para los intersex, que deben obligatoriamente ser inscritos en uno de los dos géneros legales, y regula minuciosamente conductas y maneras de vestir, con penas que van desde la burla pública a la de cárcel o la de muerte.

(Una imagen que reúne ambos binarismos es la terrible de los conquistadores arrojando sus perros ferozmente entrenados contra los mujerados amerindios para darles muerte)

En este esquema conceptual puede verse cómo el código de género, de dimensiones penales (hasta la muerte), y su expresión, el género binario, no tienen existencia propia, sino que dependen de un hecho también superestructural pero previo, la voluntad de dominación.

Rebelarse contra la dominación debe suponer por tanto rebelarse contra el código de género y contra el género. No es posible rebelarse contra la dominación y mantener sus consecuencias, el código de género y el género binario, obligatorio.

Éstas son las inferencias lógicas a las que antes me refería.

El género, como conducta codificada y penalizada, debe ser sustituido por conjuntos difusos, libres, que se agrupen por afinidades subjetivamente decididas.

Es cierto que mientras exista la dominación (y actualmente la ejerce el capital monopolista, cuya desmesurada potencia se extiende a los medios, televisiones, periódicos, radios, cine, música) existirán fuerzas binaristas. Pero la dominación monopolista no será eterna, y la crisis actual está mostrando con qué facilidad sus centros se resquebrajan y acuden a la tutela del Estado, que de momento los sirve, pero un día puede decidir servirse de ellos, dando por concluido el monopolismo – Revolutio consummata erit.

Por todas estas razones es tan importante que el feminismo abandone el binarismo, que lo mantiene inadvertidamente dentro del sistema de dominación.

Mientras la liberación de género se entienda de mujeres contra hombres, se perpetúa la presencia en las mentes del sistema de dominación, puesto que la liberación se entiende contra una dominación, y no como una superación de la dominación. No se trata en efecto de una lucha biologicista, y por tanto cuasi racista de hombres contra mujeres y por tanto de mujeres contra hombres, sino de la lucha entre dominadores y dominados, aunque haya sido mayoritaria pero difusamente, de hombres contra mujeres, porque entre los dominadores ha habido algunas mujeres (como Isabel la Católica) y entre los dominados ha habido muchos hombres, como los homosexuales, más machacados por los dominadores que las mujeres.

Por eso, en las revolucionarias Jornadas de Granada 2009, se ha producido una tensión dialéctica, y por tanto creadora, entre dos formas extremas de entender el feminismo: por una parte el transfeminismo, el feminismo no-binarista y de conjuntos difusos, y por otra el feminismo binarista con su prohibición a la participación de varones, que llegó a su climax en la fiesta de clausura.

No debe haber un enfrentamiento entre ambas corrientes, como si representaran intereses contrapuestos, porque no hay esos intereses. Hay sólo dos maneras de entender la liberación de género o la liberación del género. Será posible llegar a un acuerdo.

Porque esta tensión será, a la larga, la base para que el feminismo de la corriente mayor asimile de forma viva, mediante reflexiones y contradicciones diálécticas internas, las nuevas propuestas no-binaristas.

(Recordaré de paso que Granada es el primer símbolo de la Modernidad conquistadora o dominadora; conquistada ella misma en enero de 1492, tres meses después, en marzo de ese año, se expulsó a los disidentes judíos y a los diez meses, en octubre, empezó la conquista de América, todo ello decidido desde la nueva Granada)

Es cierto que el feminismo binario tiene que revisar muchas de sus tradiciones y sus proyecciones en este tránsito hacia el no-binarismo, tendrá que desechar algunas y reformular otras.

Se puede plantear en primer lugar la dolorosa cuestión de la violencia de género; ¿si se abole el género deja de existir el concepto de violencia de género?

En modo alguno; si son crímenes, son crímenes reales, pero cometidos en nombre de un fantasma ideológico, no de ninguna determinación biológica.

El género sigue existiendo como tal fantasma en las mentes de los que se lo creen, de los que a fin de cuentas quieren ejercer su parte en el feroz festín de la dominación. Sigue habiendo violencia de género como hay violencia religiosa o filosófica, que puede estar sostenida sobre otros errores, pero disponemos de un método de largo alcance para terminar con ella: la abolición del género, su denuncia directa como medio de dominación.
Gran parte del trabajo por una sociedad nueva consiste en poner en claro ante todas las mentes, hacer público, denunciar los materiales de que está construida la otra sociedad, ya obsoleta: y uno de ellos es el código de género y su consecuencia, el género. El primero, binarista, y el segundo, obligatorio.
¿Empieza a estar claro lo mucho que queremos?